miércoles, 5 de diciembre de 2012

José Sbarra, Plástico cruel [incluye link de descarga]




¿Qué buscabas en mí y no lo encontraste?
Quiero que una nube tóxica te envuelva y desaparezcas.
Que te vayas y que todos te hagan daño. Que por
toda la vida te hagan daño todos los hombres que toques. Te
amo, Plástico Cruel, de la única manera que sé amar, desastrosamente. 



–No te vayas.
–Esta historia terminó.
–¿Hay otro tipo?
–Hay miles de tipos.
–Todos de plástico.
–Serán más apropiados para mí, según vos.
–¿Por qué no les mentís a ellos en lugar de mentirme a
mí? Deciles que los querés, pero engañalos conmigo. Quereme
sólo a mí, acostate con todos, pero quereme a mí.



No volveré a creer en el amor. Quizá exista el amor, pero
no para mí. Soy un monstruo. No soy un monstruo. Esta noche
pasará.



«Se ame o no, siempre es terrible.»
M. Yourcenar



Cuando llegamos a la mansión de los Morris
se estaba llevando a acabo una fiesta. La casa brillaba como
un incendio en el bosque.
A la puta-frívola-reventada que soy le hubiera gustado
figurar entre esos invitados. Y la puta-anarquista-reventada
que también soy quería barrerlos a todos con una ametralladora.



–Entre las características de mi personalidad que no le
mencioné al presentarnos, figura la clarividencia.
–Frula, ¿me está diciendo que, además de boliviano, científico, detective y cocainómano, usted es... vidente?
–Afirmativo, señor Morris.



–Ahora que no me amás, me escribís demasiadas cartas de amor.
–No era de amor.
–¿Es posible que una carta no sea de amor?
–Sí, Axel, hay muchas razones por las que se escriben cartas.
–Nombrame una sola que tenga lógica.


Todas las maldiciones son mentira, lo que yo quiero es que te quieran y que conozcas el placer.



  No sé si suicidarme o teñirme el pelo.



Hay que querer. Hay que querer y seguir queriendo. No parar de querer aunque te digan que no.



–¿Qué necesitás?
–Nada.
–¿Para qué me querías ver?
–Para verte, sólo para verte.
–Axel...
–¿No se te pasó?
–¿No se me pasó, qué?
–Eso de querer a otro.



Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado.
Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.
Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compres cigarrillos para ellos.
Y que vayas, que la quieras tanto.
Que llueva. Que corras por la calle hasta el quiosco a comprarles cigarrillos. Y que llueva mucho.
Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te
agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas.
***
Todavía me sorprendo cuando me encuentro con libros así. Y eso es lo mejor.